martes, 12 de octubre de 2010

HORIZONTES DE GRANDEZA



Sin habernos recuperado del impacto de “Ben-Hur” vuelve William Wyler con otra obra maestra y es que su western “The Big Country” entra plenamente dentro de esta categoría por muchas razones. Entre ellas podemos citar el excelente uso del formato panorámico Technirama, unos actores sobresalientes interpretando un muy buen guión y una banda sonora de esas que se quedan en la retina (o más bien en el tímpano) para siempre.
Con la secuencia inicial en la que una diligencia surca al galope la inmensidad semidesértica del far west el director hace ya una declaración de intenciones, combinando las fantásticas panorámicas de este Big Country que se extiende como un océano de tierra y polvo a lo ancho de toda la pantalla, con planos medios en los que los caballos galopan a destajo. La rueda de la diligencia gira y gira en un plano superpuesto al de las patas de los caballos y la chispeante música de Jerome Moross nos mete de lleno en el Gran País.
Y es que el principal protagonista del film no es otro que ese sobrecogedor paisaje de grandes horizontes en el que los individuos y sus acciones se tornan minúsculos en medio de sus vastas extensiones.


FICHA TÉCNICA: HORIZONTES DE GRANDEZA “The Big Country”
AÑO: 1958. DURACIÓN: 163 min. PAÍS: Estados Unidos.
DIRECTOR: William Wyler.
GUIÓN: James R. Webb, Robert Wilder, Sy Bartlett. MÚSICA: Jerome Moross. FOTOGRAFÍA: Franz Planer.
REPARTO: Gregory Peck, Charlton Heston, Jean Simmons, Burl Ives, Carroll Baker, Chuck Connors, Charles Bickford.
PRODUCTORA: Metro Goldwyn Mayer. Productor: Gregory Peck. GÉNERO: Western.

Rodada con la minuciosidad que le caracteriza, Wyler se adueña del formato panorámico (al contrario que muchos que sin quererlo se dejaron adueñar por él) para utilizarlo a su medida y establecer unas fronteras perfectamente reconocibles dentro del encuadre. Enfatizando las distancias entre los personajes, y componiendo según el tipo de espacio donde se encuentran, jugando mucho espacialmente con esos grandes horizontes, fotografiados de una manera muy bella y sobria. Radiografiando los diferentes tipos de espacios arquetípicos de la geografía del lejano oeste, ya sean lugares secos y descarnados, poblados de rocas, polvo y sol o las riberas bañadas por el río con ricos pastos y sus árboles.


Y en este gran escenario Wyler nos cuenta la historia de un forastero, James McKay (Gregory Peck), un hombre que ha llegado para casarse con su prometida Patricia Terryl (Carrol Baker) y que irrumpe en un mundo joven y sin domeñar en el que dos familias, los Terryl y los Hannassey, se disputan el control sobre el agua. Elemento vital para abrevar al ganado en la estación seca.
McKay, ex capitán de barco, es un gentleman que personifica valores como la grandeza de espíritu, la razón, la civilización y la determinación.
Frente a él están los habitantes del nuevo gran país. Gente dura y orgullosa. Por un lado los Terryl terratenientes comandados por el Mayor (Charles Bickford), el gran hacendado que suaviza sus ademanes despóticos con un barniz de civilización y a su lado el capataz Steve Leech (Charlton Heston) criado como un hijo por el Mayor Terryl y auténtico brazo armado de este. 

En oposición los Hannassey forman una sociedad tribal, refugiados como bestias en el descarnado Cañón Blanco y comandados por el rotundo Rufus (Burl Ives) encarnan a la perfección a los semisalvajes colonos que poblaron el lejano oeste.
Y en medio Julie Maragon (Jean Simmons) maestra, dueña del único rancho rico en agua, que ambas familias pretenden comprar y una vez conseguido destruir a su rival negándole el agua para el ganado.


Y así ya tenemos servidos todos los ingredientes para este banquete de cine en estado puro que es “Horizontes de Grandeza”. Uno de los western más grandes y memorables jamás rodados capaz de mostrarnos la esencia de un país forjado a base de grandes contradicciones, complejo, fascinante y que tanto ha dado al cine. 
Bon appétit para todos.

7 comentarios:

  1. Ya lo decía André Bazin, nadie como Wyler para contar una historia.Esa es mi primera impresión, que guión tan redondo,que tempus, sin prisas pero sin pausas. Qué bien caracterizados los personajes, no se solapan ni comfunden entre ellos. Aquí Wyler vuelve a su estilo sin estilo. Filma sin añadir elementos interfieran entre el espectador y la historia.Utiliza maravillosamente la profundidad de campo para dar mucha información en un solo plano. El espectador se entera de los acontecimientos antes que los protagonistas que están en el plano y de espaldas a la cámara.Ese efecto tiene la virtud de atraparte, de inquietarte.Una vez más vemos comohace recaer la tensión dramática sobre la interpretación del actor. Consgue que sea el "rey". El caballo se erige como un actor más, sobre todo en la primera mitad de la película. El caballo aparece corriendo corriendo en ese mundo grande,sólo superado por el océano en inmensidad.Resulta muy simbólica la escena en la que el prota dma al caballo. En ella Wyler nos resume la personalidad del hombre de ciudad y de su manejo de la vida salvaje con la que se enfrenta. frente a los continuos "hazme caso, esto aquí es así".....de su futuro suegro.

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  2. Jolín, Cristina, qué de cosas cinéfilas sabes (eso del prota de espaldas a la cámara, y todo eso!!). Yo me quedo en el "me gusta" / "no me gusta". ¡Qué simpleza la mía!
    Bien... al asunto: Otra obra maestra. Este Wyler era un monstruo, y no de feo.
    El único pero que le veo es la duración, 2:50 me parece excesivo. ¿Que dónde se puede recortar? No lo sé, pero creo que con 20 ó 30 minutos menos me hubiera gustado más.
    Una obra maestra es la que resiste el paso del tiempo. ¿Cuantas de las películas que hoy arrasan las taquillas serán disfrutadas dentro de 52 años? De las que me estoy acordando ahora creo que ninguna.
    ¿Y qué hace que una "buena película" salte a "obra maestra"? (Muchas veces me he preguntado esto con las novelas). Creo que en este caso la fuerza de los personajes: están vivos, son reales y encarnan ciertas facetas que nos tocan la fibra, y por eso nos atrapan: McKay (a todos nos gustaría ser como McKay), el padre Hannassey (tan basto pero paladín del honor); y personajes "negativos" pero también con fuerza: el hijo Hannassey (chulo y putero), el capataz (orgulloso y violento, que resulta ser bueno); personajes secundarios, como el caballerizo mejicano, tienen vida propia. El único personaje "desdibujado" (¿buena? ¿mala?)es la novia rubia del prota, y claro: se queda sin premio al final

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  3. Coincidimos los tres. Es una obra maestra.
    La realización que es una maravilla (sacándole todo el partido al formato panorámico) se funde con el guión de una manera perfecta narrándonos una historia o trama (la que podemos seguir sin esfuerzo) y “la otra historia” de naturaleza arquetípica que viene ilustrada con multitud de metáforas.

    Los actores brillantes.
    Gregory Peck que produjo la película y no perdió la oportunidad de dar vida a uno de los mejores y más carismáticos personajes de su carrera.
    Burl Ives (papá Hannassey) oscar al mejor actor secundario por su interpretación, con este dato y viendo la película no hace falta decir más.
    Charlton Heston y Jean Simmons con papeles algo menores pero perfectamente compuestos y matizados.

    Y el Gran País, fotografiado espléndidamente, cobra vida como un todo contenedor de estos y de otros hombres y mujeres con sus cuitas y su idiosincrasia. Un todo tan enorme que minimiza las pasiones de sus habitantes.
    Para muestra uno de los mejores momentos de la película: La pelea de McKay y Leech.
    En la madrugada, rodada con largísimos planos panorámicos, sin apenas sonido más que el ambiental y con la luz de la transición entre la noche y el amanecer.
    Esta secuencia es clave porque nos recalca esa otra historia que Wyler nos quiere contar:

    -Lo pequeños que son los hombres y sus pendencias frente al Gran País.

    -La lucha entre la modernidad, la caballerosidad y la mundología encarnados por Mckay y lo tradicional, la rudeza y el chauvinísmo encarnados por Leech.
    Acertadamente Wyler no justifica a ninguno de los dos (ni a lo que representan) ya que se preocupa en mostrarnos las necesidades y motivaciones de cada uno. De hecho la pelea acaba en tablas y con McKay ganándose el respeto de Leech.

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  4. Por cierto me gustaría institucionalizar el que todos comentáramos cual es nuestro momento favorito de la película y explicáramos el "porque".
    El mío como ya habeis leido la pelea nocturna.

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  5. Bien una vez más me gustan los papeles asignados a las mujeres. Al igual que en "Ben Hur" y que en "La Carta" se dota al personaje femenino de inteligencia. En horizontes de grandeza, Jean Simmons es la mujer cabal mientras que Carrol Baker es la apasionada que sigue con los ojos cerrados los preceptos masculinos. Ella cree más que ellos en que un hombre debe usar los puños para defender su honor....Recuerdo que de pequeña los papeles asignados a las mujeres en muchas ocasiones me desesperaban, las mostraban inútiles y desvalídas. Nunca me he considerado feminista ni nada por el estilo, pero agradezco que me libren de esos estereotipos.
    En cuanto a mi escena preferida, hablaré de la doma del caballo por lo que significa como anticipo en la peli, pero también aprecié aquella en la que la rubia visita a Gregory Peck para reconciliarse con él. No es el aspecto estético lo que me atrae, sino como el director consigue que los personajes verbalicen una situación que el espectadoe conoce perfectamente sin caer en la redundancia, sin aburrir.Además es el justo complemento de la escena de la doma porque si aquella era un anticipo esta es el resumen final.

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  6. Sobre Horizontes de Grandeza, todo destila grandeza en esa pelicula:

    .La escena de humillación de Gregory Peck por los cabrones de los Hanassee.
    .El Gregoy Peck cabezón en domar de tapadillo al caballo Trueno.
    .La química cojonuda entre Gregory Peck y Joan Simmons.
    .Lo bien que lo hace el patriarca de los Hanassee, Rufus. Memorable la escena de cuando entra como elefante en una cacharrería en la fiesta de los Terrill.
    .Deja impronta la escena en la que Rufus obliga a su hijo mayor a arrastrarse como un perro tras intentar violar a la maestra.
    .Memorable cuando el coronel decide ir solo al Cañón Blanco y, con la partitura en crescendo, se van incorporando poco a poco el resto de vaqueros al doblar el recodo.
    .El final, trágico, con el padre cepillándose al hijo y una mirada cómplice entre Gregory Peck y Joan Simmons anunciando un nuevo comienzo.
    . En definitiva, un incunable del cine en el que cabe la aventura, la violencia, la lealtad, el amor y la fidelidad a uno mismo.

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  7. Me gustó la escena cuando Rufus con la caja de armas entre las dos manos, dice..."Salgan fuera caballeros"....el hombre estaba deseando que su hijo participara en el "duelo del honor" y que este siquiera por una vez, fuera un caballero y no un rufián.
    Campos

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